Muere a punto de cumplir 90 años el cura José Regadío, autor del célebre calendario agrario gallego y defensor de una lengua "enxebre" y antiacadémica
"Se dormes con unha baraza, ou un edredón, roncarás na cama como un roxón, roncando a trompeta, mesmo tamén o trombón... Deste xeito, nada tolo, nen ti nin eu de frío morro". Para enero de 2010, José Regadío Vázquez, autor de O Mintireiro Verdadeiro, anunciaba "pantanos a reventar", tierras "ensopadas", heladas "recuncadas", carámbanos en los tejados y resbalones en el hielo.
Con su gallego "enxebre, rancio y puro, que es el bueno", el agorero del tiempo en Galicia acertó bastante en lo meteorológico, pero no predijo que de este mes él no iba a pasar. El próximo 28 iba a cumplir 90 años, llevaba tiempo achacoso, con continuos ingresos hospitalarios, pero al final, ni el edredón lo salvó. Los últimos fríos que él pronosticó se lo llevaron por delante. En el cuerpo de los viejos, aun en éstos que de mozos fueron recios y algo pendencieros, la neumonía entra con libertad como esos cúmulos y cirros que don José amaba tanto, precisamente porque son libres ("¡Qué bonita afición la de coleccionar fotos de nubes!").
El sábado pasado el sacerdote que editaba desde 1951 el único almanaque agrícola gallego de iniciativa privada (O Gaiteiro de Lugo también lo fue, pero ahora corre por cuenta de la Diputación) murió sin muchos amigos, sin una parroquia en la que dar misa, siempre tirante con el clero vecino pero con muchos lectores fieles desde el Atlántico hasta el Bierzo.
O Mintireiro Verdadeiro llegó a ser un best seller, la única lectura anual para muchos habitantes del país, y el cura de Filgueira (Palas de Rei), que en realidad había nacido en Monterroso, hacía una tirada de 15.000 unidades. Norgraf, la imprenta de Lugo que ahora se encargaba de sacarlo a la luz, distribuyó este año en los quioscos de la comunidad 6.000 ejemplares y también recibió pedidos de Madrid y Barcelona, porque por España adelante existen coleccionistas del librillo. Al margen de esto, existe un mercado paralelo, y ajeno a la imprenta, que se encarga de distribuir más de 10.000 copias, una suerte de top manta que triunfa en las aldeas más remotas a las que no llegan los mintireiros oficiales. A estas alturas de 2010, algunos quioscos que pidieron 200 ejemplares han agotado las existencias y no hay para reponer.
Regadío no se mojaba nada. Con su gallego vulnerador de todas las normas académicas, su amor por las palabras en riesgo de extinción y su redacción embrollada y juguetona daba unos pronósticos tan ambiguos como un horóscopo. "Por eso lo de mintireiro verdadeiro", aclara Manolo, su cuñado, "porque se lo inventaba todo pero acertaba bastante" a pesar de empezar a redactar los textos con año y medio de antelación. El nombre se le ocurrió a los que frecuentaban la tertulia más erudita de Palas, aquélla que se celebraba en la rebotica de Eduardo Seijas.
El ciclo de las lunas siempre ha sido lo más científico, el sacerdote se lo pedía al Observatorio Astronómico de Madrid. Y lo demás lo discurría él, basándose en su medio siglo de experiencia, en los dichos populares y en libros de meteorología. Los últimos años, el cambio climático lo traía loco. "Antes el tiempo era mucho más normal, se repetía y respetaba al hombre", se solía quejar. "Ahora es más difícil seguirle el rastro. Nos deja mal".
Pero O Mintireiro no sólo habla de ciclos lunares y fenómenos atmosféricos en sus 64 páginas. También recoge todas las ferias que se celebran en Galicia, tablas para saber cuánto mide un ferrado en cada pueblo, las etapas del Camino Francés, el santoral, lecciones de toponimia y meteorología, chistes, refranes, adivinanzas o un diccionario rescatador de términos que ya nadie oye en las ciudades. A esto hay que sumar secciones tan personales como las pingueiras risoñas, los firuletes, las chungas celmosas o los tantanes. Todo por el módico precio de 2,15 euros, porque si este calendario "é chusqueiro, escotolido, galego e castelán, profético, enxebre, noticioso y artimañeiro", también es "barato", según afirmaba el autor desde hace años en la portada.
Todos los años por septiembre, en su casa de Filgueira, este cura que llegó a atender seis parroquias de Palas se sentaba frente a su Macintosh y empezaba a entenderse con los anticiclones. Y quizás fuese con lo que mejor se entendía, los fenómenos meteorológicos, las masas de aire, las altas y las bajas presiones, porque con las personas su relación era algo más tormentosa. Don José era "un buen hombre, muy inteligente y con un gran corazón para ayudar a los pobres", pero era "terco", "rebelde", "difícil", "un señor con mucho carácter y sin normas que vivía de noche y dormía de día". "Lo que decía iba a misa y lo de los demás no valía", reconocen un día después de su entierro (el martes, en Filgueira) algunos de los más cercanos. Había quienes lo querían bien, pero preferían no tratarlo. El cura hacía su vida como le daba la gana, era tan independiente que hasta desobedeció al obispo cuando lo reprendió por despachar la misa en 12 minutos, y esto a pesar de su catolicismo a ultranza, su pasión por Wojtyla y su simpatía por el Opus Dei.
Don José, quizás por ser tan huraño, o porque no había pronosticado para enero su final, no dejó atado el futuro de O Mintireiro Verdadeiro. Sin embargo, a Jesús Taboada, el propietario de Norgraf, le había pedido que cuando él faltase buscase a otro redactor para seguir adelante. Y ahora el impresor (que empezó trabajando en la imprenta que montó el cura en una granja de cerdos de Filgueira) tiene prisa por "encontrar un sacerdote" ameno y conocedor del rural que quiera dar continuidad a la publicación con la entrega de 2011. Aunque es consciente de que el estilo de Regadío era único y se fue con él al nicho.
Por cierto, el que no logre hacerse con la última edición, que sepa que febrero vendrá con toda su "ferramenta": "Neves, ventos furacanados, xeleiras pentelludas, longas noites, días esquilfos e vaquíos no mar".
Con su gallego "enxebre, rancio y puro, que es el bueno", el agorero del tiempo en Galicia acertó bastante en lo meteorológico, pero no predijo que de este mes él no iba a pasar. El próximo 28 iba a cumplir 90 años, llevaba tiempo achacoso, con continuos ingresos hospitalarios, pero al final, ni el edredón lo salvó. Los últimos fríos que él pronosticó se lo llevaron por delante. En el cuerpo de los viejos, aun en éstos que de mozos fueron recios y algo pendencieros, la neumonía entra con libertad como esos cúmulos y cirros que don José amaba tanto, precisamente porque son libres ("¡Qué bonita afición la de coleccionar fotos de nubes!").
El sábado pasado el sacerdote que editaba desde 1951 el único almanaque agrícola gallego de iniciativa privada (O Gaiteiro de Lugo también lo fue, pero ahora corre por cuenta de la Diputación) murió sin muchos amigos, sin una parroquia en la que dar misa, siempre tirante con el clero vecino pero con muchos lectores fieles desde el Atlántico hasta el Bierzo.
O Mintireiro Verdadeiro llegó a ser un best seller, la única lectura anual para muchos habitantes del país, y el cura de Filgueira (Palas de Rei), que en realidad había nacido en Monterroso, hacía una tirada de 15.000 unidades. Norgraf, la imprenta de Lugo que ahora se encargaba de sacarlo a la luz, distribuyó este año en los quioscos de la comunidad 6.000 ejemplares y también recibió pedidos de Madrid y Barcelona, porque por España adelante existen coleccionistas del librillo. Al margen de esto, existe un mercado paralelo, y ajeno a la imprenta, que se encarga de distribuir más de 10.000 copias, una suerte de top manta que triunfa en las aldeas más remotas a las que no llegan los mintireiros oficiales. A estas alturas de 2010, algunos quioscos que pidieron 200 ejemplares han agotado las existencias y no hay para reponer.
Regadío no se mojaba nada. Con su gallego vulnerador de todas las normas académicas, su amor por las palabras en riesgo de extinción y su redacción embrollada y juguetona daba unos pronósticos tan ambiguos como un horóscopo. "Por eso lo de mintireiro verdadeiro", aclara Manolo, su cuñado, "porque se lo inventaba todo pero acertaba bastante" a pesar de empezar a redactar los textos con año y medio de antelación. El nombre se le ocurrió a los que frecuentaban la tertulia más erudita de Palas, aquélla que se celebraba en la rebotica de Eduardo Seijas.
El ciclo de las lunas siempre ha sido lo más científico, el sacerdote se lo pedía al Observatorio Astronómico de Madrid. Y lo demás lo discurría él, basándose en su medio siglo de experiencia, en los dichos populares y en libros de meteorología. Los últimos años, el cambio climático lo traía loco. "Antes el tiempo era mucho más normal, se repetía y respetaba al hombre", se solía quejar. "Ahora es más difícil seguirle el rastro. Nos deja mal".
Pero O Mintireiro no sólo habla de ciclos lunares y fenómenos atmosféricos en sus 64 páginas. También recoge todas las ferias que se celebran en Galicia, tablas para saber cuánto mide un ferrado en cada pueblo, las etapas del Camino Francés, el santoral, lecciones de toponimia y meteorología, chistes, refranes, adivinanzas o un diccionario rescatador de términos que ya nadie oye en las ciudades. A esto hay que sumar secciones tan personales como las pingueiras risoñas, los firuletes, las chungas celmosas o los tantanes. Todo por el módico precio de 2,15 euros, porque si este calendario "é chusqueiro, escotolido, galego e castelán, profético, enxebre, noticioso y artimañeiro", también es "barato", según afirmaba el autor desde hace años en la portada.
Todos los años por septiembre, en su casa de Filgueira, este cura que llegó a atender seis parroquias de Palas se sentaba frente a su Macintosh y empezaba a entenderse con los anticiclones. Y quizás fuese con lo que mejor se entendía, los fenómenos meteorológicos, las masas de aire, las altas y las bajas presiones, porque con las personas su relación era algo más tormentosa. Don José era "un buen hombre, muy inteligente y con un gran corazón para ayudar a los pobres", pero era "terco", "rebelde", "difícil", "un señor con mucho carácter y sin normas que vivía de noche y dormía de día". "Lo que decía iba a misa y lo de los demás no valía", reconocen un día después de su entierro (el martes, en Filgueira) algunos de los más cercanos. Había quienes lo querían bien, pero preferían no tratarlo. El cura hacía su vida como le daba la gana, era tan independiente que hasta desobedeció al obispo cuando lo reprendió por despachar la misa en 12 minutos, y esto a pesar de su catolicismo a ultranza, su pasión por Wojtyla y su simpatía por el Opus Dei.
Don José, quizás por ser tan huraño, o porque no había pronosticado para enero su final, no dejó atado el futuro de O Mintireiro Verdadeiro. Sin embargo, a Jesús Taboada, el propietario de Norgraf, le había pedido que cuando él faltase buscase a otro redactor para seguir adelante. Y ahora el impresor (que empezó trabajando en la imprenta que montó el cura en una granja de cerdos de Filgueira) tiene prisa por "encontrar un sacerdote" ameno y conocedor del rural que quiera dar continuidad a la publicación con la entrega de 2011. Aunque es consciente de que el estilo de Regadío era único y se fue con él al nicho.
Por cierto, el que no logre hacerse con la última edición, que sepa que febrero vendrá con toda su "ferramenta": "Neves, ventos furacanados, xeleiras pentelludas, longas noites, días esquilfos e vaquíos no mar".
Enlace con el reportaje de Silvia R. publicado en El País (Edición Galicia) del día 13/01/2010
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