Antonio José Mejía, primer peregrino registrado en O Cebreiro en el año 2010
Quien sí tiene el papel sellado y con todas las de la ley, que lo acredita oficialmente como el primer peregrino en registrarse en O Cebreiro en el 2010, es el valenciano Antonio José Mejía González Gallego, un veterano en el Camino porque, con esta, es la séptima vez que lo hace.
A los caminantes que entraron en las últimas horas en Galicia les llegó la nieve hasta las rodillas. Uno de ellos retrocedió dos kilómetros debido a las dificultades
Dos escoceses, John y Steven, de Glasgow, son los dos primeros peregrinos que entraron en Galicia a través del Camino Francés en este recién estrenado año jacobeo. Llegaron ayer totalmente empapados a O Cebreiro después de las once de la mañana y no quisieron que les hicieran fotos. Tardaron cuatro horas en recorrer ocho kilómetros porque la nieve les daba por las rodillas. Aún teniendo la posibilidad de ir por la carretera, que estaba limpia, prefirieron seguir el trazado original hasta llegar, exhaustos, a media tarde, a Triacastela para pasar la noche.
John y Steven empezaron ruta en Ponferrada. De su paso por O Cebreiro, la primera puerta gallega de la ruta, no quedó (al menos que se sepa) constancia registral. Los peregrinos suelen acudir a la iglesia para que les sellen su paso y puede que los escoceses no lo hicieran.
Quien sí tiene el papel sellado y con todas las de la ley, que lo acredita oficialmente como el primer peregrino en registrarse en O Cebreiro en el 2010, es el valenciano Antonio José Mejía González Gallego, un veterano en el Camino porque, con esta, es la séptima vez que lo hace.
Nunca se enfrentó a una nevada de las proporciones de la de ayer. Llegó a O Cebreiro hecho casi una bola de hielo; por eso, una de las primeras cosas que hizo fue zamparse un buen plato de caldo y un chorizo con patatas fritas y huevos.
Antonio José es un jardinero valenciano que cogió unos días de vacaciones para completar algunas partes del camino que le quedaban, en este caso por la Ruta de la Plata. Contó que salió el día 20 de Zamora y seis días más tarde enlazó en Astorga con el Camino Francés.
Pasó la noche de fin de año en el albergue Pequeño Potala, en el Bierzo. Estaban él, los dueños «y Belén Esteban dando las campanadas». Pidió suerte mientras se comía las uvas y realmente la necesitaba porque ni podía imaginarse la que horas más tarde se le vendría encima por la nevada.
A las ocho y media de la mañana de ayer se puso a caminar y, a los pocos kilómetros, comenzaron los problemas. El camino quedó totalmente desaparecido bajo una capa de nieve de un grosor de cerca de cuarenta centímetros en algunos tramos.
«Tuve que retroceder dos kilómetros por cuestiones de seguridad porque, por momentos, el camino me parecía una trampa mortal. Me desvié hacia la N-VI para aprovechar los roderos que dejó un coche de la Guardia Civil. Por ellos me guié hasta enlazar con la subida hacia O Cebreiro», dijo el jardinero valenciano. Antonio José intentó salvar sus pies de la humedad forrándolos con unos plásticos, pero ni con esas.
Este peregrino asegura que no podrá llegar a pie a Compostela. «Tengo 18 días de vacaciones que se acaban el día 7. No puedo ir andando a Santiago y regresar a tiempo a Valencia. Por eso pienso pillar un autobús en Melide o por esa zona para que me lleve a la capital gallega. No me da tiempo para más. ¿Porqué estoy aquí de nuevo? Porque me gusta el Camino y, además, no quiero quedarme en mi casa de vacaciones. Pero, desde luego, nunca encontré una nevada como esta», explicó Antonio José. Tras él llegó a O Cebreiro una pareja de Londres.
El japonés y las uvas
En el albergue de O Cebreiro hicieron fiesta para despedir el año. Hubo 16 peregrinos de Granada, Alicante, Córdoba...; de Alemania, Italia y hasta un japonés. Como no había posibilidad de seguir las campanadas, fue un granadino, Emilio, el que las escuchaba por la radio de su móvil y las retransmitió de viva voz para los demás (solo dos se fueron a la cama).
Los extranjeros nunca en su vida habían comido 12 uvas para despedir el año. El japonés Ryosuke Goto se lo tomó con calma: las peló y sacó las semillas a cada una de ellas. Después, cuando ya el reloj pasaba cinco minutos de las doce, se las comió. Al alemán Chris le supieron a muy poco. De todo quedó constancia en un vídeo que grabaron.
-
Enlace con la noticia publicada en La Voz de Galicia el día 2/01/2010
-
No hay comentarios:
Publicar un comentario