Andrea, izquierda, Lourdes, Antonio, Caridad, Luis y Manuel, algunos de los fieles a la cita de A Mota, que ayer repetían, un año más.
La aldea arzuana celebra desde épocas inmemoriales un ritual festivo en el verano para conocer la predicción meteorológica del invierno entrante.
Corrían tiempos en que no existía la televisión, Santiago Pemán no había nacido y la predicción de Meteogalicia a través de internet no era ni siquiera un sueño. Sin embargo en una pequeña aldea de Arzúa los hombres emitían el último día del verano su predicción del tiempo para el invierno siguiente... y acertaban, a tenor de cómo sus vecinos defienden el método aún a día de hoy.
El pueblo de A Mota celebraba ayer la primera de sus tres fiestas estivales, conocida como A Mota Pequena, "aínda que agora é xa a Mota Grande, porque ao ser en agosto veñen todos os turistas". La cita de cada 24 de agosto, San Bartolomé, antecede a las del 21 de septiembre, San Mateo, y el 28 de octubre, San Simón, las tres festividades que cada verano se ofician en la capilla de A Mota. En todas ellas juega un papel fundamental la conjunción del hombre con el campo, sustento vital a lo largo de su historia.
La más importante de ellas, la verdadera Mota Grande, que coincide con el equinocio otoñal entraña además una curiosa tradición que desde tiempos inmemoriales permitió a los vecinos acercarse a la previsión meteorológica para la estación entrante, con todas sus implicaciones para un estilo de vida basado en la agricultura y , por ende, en los fenómenos meteorológicos.
Los mayores de la zona recuerdan con claridad el ritual. "Xuntabámonos aquí, na carballeira de diante da capilla para celebrar a Mota Grande. De día só viñan os pequenos e a xente maior. Á tardiña chegaban os homes e pola noite había festa cun gaiteiro ou un acordeón. Entón chegada a media noite facíanse as témporas. Todo dependía de por ónde viñera o vento. Se ás 12 da noite viña de baixo, era que entraba inverno, inverno, e se viña de arriba, que non sería tanto inverno". Caridad relata sus recuerdos casi visualizando la imagen. Cuando habla del viento que entraba "de abaixo", se refiere al norte, que anunciaba que el otoño y el invierno serían crudos. Por el contrario, si el viento de media noche del 21 de septiembre entraba por el sur, estaban garantizadas temperaturas más suaves "e menos choiva". "Funcionaba mellor que agora", comentan los arzuanos que ayer volvían a copar como antaño la carballeira para la primera Mota.
Al igual que Caridad, Luis, también vecino de la parroquia arzuana de Santo Estevo do Campo, revive con sólo pensarlo un segundo aquellos tiempos de predicciones antes los hombres del tiempo. "O que o facía sempre era un home que lle chamaban Florentino. Aínda vive, pero xa é moi maior. Chegaba e encendía un cigarro. Entón os homes todos fumaban e miraban cara onde ía o fume. Así sabían de onde viña o vento e como sería de duro o inverno seguinte".
Hoy, como Caridad y Luis son muchos los vecinos que todavía acuden a cada cita en A Mota. La tradición de las témporas se ha perdido ya, pero la fiesta conserva la importancia de antaño. "Aquí ademáis, na festa recollíanse as follas das árbores e facíanse feixes, que despois se vendían. Á grande viña todo o mundo", relatan. Ahora no se vende follaje, sino rosquillas; el gaiteiro se ha sustituido por una orquesta y el público es ya abuelo y no niño, pero sigue fiel a la Mota, aunque sepa de antemano si debe ir con chaqueta o no.
El pueblo de A Mota celebraba ayer la primera de sus tres fiestas estivales, conocida como A Mota Pequena, "aínda que agora é xa a Mota Grande, porque ao ser en agosto veñen todos os turistas". La cita de cada 24 de agosto, San Bartolomé, antecede a las del 21 de septiembre, San Mateo, y el 28 de octubre, San Simón, las tres festividades que cada verano se ofician en la capilla de A Mota. En todas ellas juega un papel fundamental la conjunción del hombre con el campo, sustento vital a lo largo de su historia.
La más importante de ellas, la verdadera Mota Grande, que coincide con el equinocio otoñal entraña además una curiosa tradición que desde tiempos inmemoriales permitió a los vecinos acercarse a la previsión meteorológica para la estación entrante, con todas sus implicaciones para un estilo de vida basado en la agricultura y , por ende, en los fenómenos meteorológicos.
Los mayores de la zona recuerdan con claridad el ritual. "Xuntabámonos aquí, na carballeira de diante da capilla para celebrar a Mota Grande. De día só viñan os pequenos e a xente maior. Á tardiña chegaban os homes e pola noite había festa cun gaiteiro ou un acordeón. Entón chegada a media noite facíanse as témporas. Todo dependía de por ónde viñera o vento. Se ás 12 da noite viña de baixo, era que entraba inverno, inverno, e se viña de arriba, que non sería tanto inverno". Caridad relata sus recuerdos casi visualizando la imagen. Cuando habla del viento que entraba "de abaixo", se refiere al norte, que anunciaba que el otoño y el invierno serían crudos. Por el contrario, si el viento de media noche del 21 de septiembre entraba por el sur, estaban garantizadas temperaturas más suaves "e menos choiva". "Funcionaba mellor que agora", comentan los arzuanos que ayer volvían a copar como antaño la carballeira para la primera Mota.
Al igual que Caridad, Luis, también vecino de la parroquia arzuana de Santo Estevo do Campo, revive con sólo pensarlo un segundo aquellos tiempos de predicciones antes los hombres del tiempo. "O que o facía sempre era un home que lle chamaban Florentino. Aínda vive, pero xa é moi maior. Chegaba e encendía un cigarro. Entón os homes todos fumaban e miraban cara onde ía o fume. Así sabían de onde viña o vento e como sería de duro o inverno seguinte".
Hoy, como Caridad y Luis son muchos los vecinos que todavía acuden a cada cita en A Mota. La tradición de las témporas se ha perdido ya, pero la fiesta conserva la importancia de antaño. "Aquí ademáis, na festa recollíanse as follas das árbores e facíanse feixes, que despois se vendían. Á grande viña todo o mundo", relatan. Ahora no se vende follaje, sino rosquillas; el gaiteiro se ha sustituido por una orquesta y el público es ya abuelo y no niño, pero sigue fiel a la Mota, aunque sepa de antemano si debe ir con chaqueta o no.
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Enlace con la noticia de El Correo Gallego del día 25/08/2010
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